Tuesday, June 12, 2007

Mi pistola con filo disparará su corte medio a medio sobre el cause del rio.
Y con la roja interrogante mezclandose con agua,
acabarán ahogándose de frío todos los misterios.
Muy pronto el sueño ganará la otra orilla
donde espera el silencio en su barca de felpa,
y llevado por la corriente de manos amigas y ajenas
bajaremos la tierra con porfía e insistencia.
Y ahí, donde nunca estuve, de forma incomprensible irá mi nombre.
Variados hambrientos insectos comerán la flor innesesaria,
y algún perro callejero, borracho también de vida pasajera
se echará una meada sobre mi última tontera.

Tuesday, May 15, 2007

Contradicciones y contraindicaciones

Nunca leerás este poema
se esconderán de ti sus letras
de tus ojos huirán asustadas
hablarán bajito sin que escuches nada
no sabras el mal que les has hecho al llamarlas
y juntando tu nombre maldecirán conocerte.
Hoy sólo a mi me cuentan que no eres bella
que nada especial te adorna la mirada
que es vulgar tu espiritu y tu cuerpo
que te nombran puta maraca barata
y que estas mas usada que la ropa que te viste.
Cada noche las palabras me piden que te olvide
que no existe nada en tu boca
además de tus mordidas de rata.


Sí no fuera nesesario y siendo honesto le escribiera mi descenso mi caída. Si dijera en prosa o en verso cada intento por salvar lo descisivo, lo urgente golpeando mi armadura de cristal enmohecido. Si olvidara pretenciones literarias encargando a mi mano delaciones, si yo fuera declarando entre su pelo lo ganado, si dijera que hise trampa borrando las señales, que leí sus ropas como un loco escucha voces. Si contara con los dedos cada noche hecha tinta a su imagen, cada palabra haciendo agua en caja o en botella adeherida a mis labios y dirigiendo mi propio desconcierto los violines la lloraran como se llora una rabieta, moltoconfuso. Si mis manos en fuga concertaran su regreso exorsisando el puto orgullo de una frente con dos dedos, si escribiera desnudando vanidades de poeta drogadicto, entregando una fidedigna versión de mi vida a su lado, arriba, abajo, distante. Si pudiera acabar esto con un solo llamado, si en llamas ardiera el cuaderno y optara por una disculpa, un te quiero, si hablara el final desde el principio sin saltarme ni miedos ni nada, las tonteras de mi sangre corriendo en contra del transito los caminos del deséo. Si pudiera ella leer esta noche la forma en que le digo hasta siempre, sería otra forma de morderme la lengua.

Sunday, April 15, 2007

"De verdad es que no se ni entiendo por que has venido hoy al cementerio,
sabes bien que no me gustan ni las flores ni los rezos y que el frío de esta cama
hasta me parece conveniente.
Si has querido asustarme te digo que ya estoy curado de vino y espanto.
Así que deja ese ramo negro para otro muerto y ve a pedirle a otro espíritu
que cambie tu suerte".

Tuesday, April 10, 2007

Despierto y con lo primero que me encuentro es con tu ridícula cara diciendo, hola An. Claro, eso lo imagino por que en realidad es tu voz al otro lado del teléfono la que me saca de un sueño un poco mas tranquilo que esta pesadilla de días y botellas. Cuelgo por que en realidad no confío en el sonido que le dan a tus ojos las palabras, yo me entiendo. Intento volver a dormir inútilmente por que es la sed si no eres tu y viceversa la que me hace darme vueltas en está cama desértica. Así que monto mi camello estacionado bajo mis zapatos rumbo al resfrigerador que de seguro está más sediento y famélico que yo. Pero quién sabe si en una de esas un milagro olvidado de borracho o por algún tipo de artilugio literario, no me encuentro, al abrir la puerta, con una cerveza bien fría o tu cabeza congelada. Pero nada de eso, lo que encuentro son cientos de microorganismos hambrientos devorando los restos de comida que quedaban. Busco la novela que estoy leyendo sobre una extraña colonia de hormigas y me voy al baño. Me miro al espejo y me siento en el escusado a leer el libro, mientras léo una larga fila de estos pequeños y obstinados insectos cruza la pared de mi baño rumbo al orden de sus familias y colonias indiferentes a mi más completa falta de organización. Me levanto y vuelvo a mirarme el ojo hinchado y constato que ya no está del todo mal, que incluso el ojo en tinta me confiere un aspecto de muchacho maltratado, de rebelde con más causas que delincuente multidiciplinario. Me meto a la ducha y doy el agua, el chorro frío logra aplacar en parte el dolor de cabeza que me trae a la memoria una noche de la que todo he olvidado, más me vale. Lo que sigue es un poco más de lo mismo matizado con colores aún más oscuros por que el hambre también me jode los huesos y mi filosofía de a cabezasos contra cualquier muro que se me aparesca no siempre funciona y menos a la hora del almuerzo. Pero sobrevivo confundido y todo, y así, confundido, echo el ancla y me voy al trabajo incapaz de dejarme solo más rato. Así de fragmentada está mi vida, con todas esas comas y esos puntos.
Imposible bajarme de la pelota si no me subo a otra, subir para bajar, subir para subir, bajar para bajar. Las matemáticas no funcionan con las palabras y eso a cualquiera le asusta. Por eso digo aún te amo cuando te estoy odiando hasta con la parte que más te amo, de esa onda. Debe ser una de las razones por la que busco cierto tipo de estabilizadores psicoemocionales en forma de botellas, para hacer este truco circence y tu pienses que este es mi mundo, bajo una carpa hecha de jirones y con una ridícula y roja nariz de payaso.
Psiquiatrices que exhibo con orgullo de choro o torero.
Ni siquiera me inmuto cuando vuelve a sonar el teléfono por que está vez soy yo el que marco, pero es tu voz nuevamente y te escribo que está vez fue sin querer, que se me arranco la mano, que no era mi intención en medio de este enrredo, que las palabras no me alcanzan (no me sirven) para descubrir tu número, tu clave, para decirte vete en este punto, ahora mismo, no en un punto seguido sino en este punto final.

Thursday, April 05, 2007

HARUKI MURAKAMI (Kioto 12 enero 1949)

Murakami Haruki: Dance Dance Dance
Había una mujer que de vez en cuando se quedaba a dormir en mi apartamento. Luego desayunábamos juntos, y ella se iba al trabajo. Tampoco ella tiene nombre, pero sólo porque no es un personaje de esta historia. Aparece brevemente y desaparece enseguida. Por eso no le pongo nombre, para no liar las cosas. Pero que nadie piense que me la tomo a la ligera. La apreciaba mucho, y la sigo apreciando ahora que ya no está.
Eramos amigos, por así decirlo. Era, al menos, la única persona con la que podía decir que me unía cierta amistad. Tenía un novio formal, que no era yo. Trabajaba en una compañía de teléfonos, preparando las facturas con el ordenador. Ni yo le pregunté sobre su trabajo ni ella me contó demasiado, pero creo que era eso. Calcular el montante de las facturas telefónicas de otras personas, preparar los recibos, algo por el estilo. Por eso todos los meses, al ver en el buzón el recibo del teléfono, me daba la impresión de estar recibiendo una carta personal.
Además se acostaba conmigo. Dos o tres veces al mes, más o menos. Pensaba que yo había caído de la luna o de algún lugar semejante. ``¿Aún no te has vuelto a la luna?'', me pregunta entre risas. Estamos en la cama, desnudos, nuestros cuerpos muy juntos, sus pechos contra mi costado. Así pasmos muchas noches, charlando hasta el amanecer. El ruido de la autopista no cesa ni un momento. En la radio suena monótona una canción de los Human League. Human League. ¡Qué nombre tan absurdo! ¿Por qué usarán un nombre tan sin sentido? Antes la gente era mucho más moderada a la hora de ponerle nombre a un grupo. Imperials, Supremes, Flamingos, Falcons, Impressions, Doors, Four Seasons, Beach Boys.
Ella ríe cuando me oye decir estas cosas. Y luego dice que soy un tipo raro, distinto. En qué soy distinto, eso es algo que desconozco. Yo creo que soy una persona tremendamente normal con una forma de pensar tremendamente normal. Human League.
``Me gusta estar contigo'', me dice. ``A veces me vienen unas ganas tremendas de estar contigo. En el trabajo, por ejemplo.''
``Aha.''
``A veces'', dice ella marcando las palabras. Y luego deja pasar unos treinta segundos. La canción de los Human League ha terminado, y ahora suena algo de un grupo que no conozco. ``Ese es tu problema'', continúa. ``Me encanta estar así los dos juntos, pero no se me ocurriría pasar todo el día contigo, de la mañana a la noche. ¿Por qué será?''
``Ni idea.''
``No es que esté incómoda contigo. Es sólo que, cuando estamos juntos, a veces me da la impresión de que el aire se vuelve increíblemente liviano. Como si estuviéramos en la luna.''
``Este es un pequeño paso para el hombre...''
``No estoy bromeando'', me contesta incorporándose en la cama y mirándome de frente. ``Lo digo por tu bien. ¿Hay alguna otra persona que te diga estas cosas? ¿Qué me dices? ¿Acaso tienes a alguien?''
``A nadie'', le digo sinceramente. Absolutamente a nadie.
Vuelve a tumbarse, apoyando sus pechos en mi costado. La palma de mi mano le acaricia suavemente la espalda.
``Pues eso. Cuando estoy contigo, hay veces que el aire se hace muy liviano, como en la luna.''
``El aire de la luna no es liviano'', le apunto. ``En la superficie de la luna no hay absolutamente nada de aire. Por eso...''
``Es liviano'', susurra ella. No sé si ha ignorado mis palabras o si no las ha oído en absoluto. Pero oirla hablar en voz baja me pone nervioso. No sé por qué, pero hay algo en su susurro que me inquieta. ``Increíblemente liviano, a veces. Es como si tu y yo respiráramos aires totalmente distintos. Lo sé.''
``Faltan datos'', le digo.
``¿Quieres decir que no sé nada sobre ti?''
``Tampoco yo sé demasiado de mí mismo'', contesto. ``Lo digo en serio, no es que trate de filosofar. Es más real que todo eso. Faltan datos así, en general.''
``Pues ya eres mayorcito. ¿Qué edad tienes? ¿Treinta y tres?'' Ella tiene veintiséis.
``Treinta y cuatro'', la corrijo. ``Treinta y cuatro años y dos meses.''
Ella mueve la cabeza. Luego se levanta de la cama, se acerca a la ventana y abre la cortina. Se ha puesto mi pijama.
``Vuélvete a la luna'', me dice mientras la señala con el dedo.
``¿No hace frío?'', le pregunto.
``¿Quieres decir en la luna?''
``No, estoy hablando de ti'', contesto. Estamos en Febrero. Junto a la ventana, su respiración se ha vuelto blanca, pero sólo al oir mis palabras parece tomar consciencia de ello.
Se apresura a volver a la cama. La abrazo, y noto el frío del pijama. Aprieta su nariz contra mi cuello. Está helada. ``Te quiero'', me dice.
Quiero decir algo, pero no me salen las palabras. Ella me gusta mucho. El tiempo se pasa volando cuando estamos los dos así, en la cama. Me gusta dar calor a su cuerpo y acariciar su pelo. Escuchar el leve sonido de su respiración al dormir, llevarla al trabajo por la mañana, recibir la factura de teléfono que ella ha calculado (o eso quiero creer), verla con mi pijama puesto, que le queda grande. Pero no puedo expresarlo con palabras cuando llega el momento. No estoy enamorado de ella, pero tampoco vale decir simplemente que me gusta.
¿Qué se supone que debo decir?
El caso es que no soy capaz de decir nada. No se me aparecen las palabras necesarias. Sé que mi silencio la hiere. Ella no quiere que me dé cuenta, pero lo siento. Lo siento mientras acaricio la suave piel de su espalda sobre la espina dorsal. Muy claramente. Nos abrazamos en silencio durante unos instantes, escuchando una canción de título desconocido. Su mano está apoyada en mi vientre.
``Cásate con una mujer de la luna y crea con ella una estupenda familia de lunáticos'', me dice con dulzura. ``Es lo mejor que puedes hacer.''
Sin dejar de abrazarla, observo la luna por encima de su hombro, a través de la ventana abierta. De vez en cuando atraviesan la autopista enormes camiones cargados de algo muy pesado y levantando un estruendo lleno de malos presagios, como un iceberg que comienza a derrumbarse. Me pregunto cuál será su carga.
``¿Qué tienes para desayunar?'', me pregunta.
``Nada fuera de lo normal. Lo de siempre. Jamón, huevos, tostadas, la ensalada de patata que me hice ayer, y café. Si quieres, te lo preparo con leche caliente'', contesto.
``Estupendo'', me dice con una sonrisa. ``¿Por qué no preparas unos huevos con jamón, y me sirves el café con tostadas?''
``Ningún problema'', le aseguro.
``¿Sabes qué es lo que más me gusta del mundo?''
``Francamente, no tengo ni idea.''
``Lo que más me gusta'', me dice mirándome a los ojos, ``es estar en la cama una fría mañana de invierno, sin ninguna gana de levantarme. Y entonces oler el aroma del café, y oir el sonido de los huevos con jamón al freírse, y el crujir de las tostadas cuando las cortan, y saltar de la cama sin poderme contener.''
``Pues vamos a verlo'', le digo riendo.
*
No soy un tipo raro.
Eso creo, de verdad.
No voy a decir que sea el prototipo de la persona corriente, pero no soy raro. A mi manera, soy un ser humano absolutamente normal. Soy, necesariamente, todo lo normal que se pueda ser. Y esto es tan obvio, que lo que piensen los demás no me procupa lo más mínimo. No es mi problema; en todo caso, será su problema.
Hay quienes me tienen por más imbécil de lo que soy. Otros, en cambio, me creen excesivamente calculador. Pero eso me da igual. Además, ese ``más de lo que soy'' es sólo una forma de expresar una comparación con la imagen que tengo de mí mismo. Los demás me pueden ver imbécil o calculador, pero ése es un problema que no me preocupa. No hay malentendidos en el mundo, sólo diferentes formas de pensar. Y esta es mi forma de pensar.
Pero también hay personas que pueden extraer la normalidad que hay en mí. Son muy escasa, pero existen. Ellos/as y yo nos atraemos mutuamente de una forma completamente natural, como dos planetas flotando en el espacio oscuro del universo, y luego nos separamos. Aparecen en mi vida, se relacionan conmigo, y un buen día desaparecen. Son mis amigos, mis amantes, mi esposa incluso. A veces acabamos enfrentados. Pero siempre, en todos los casos, acaban yéndose. Se rinden, o pierden las esperanzas, o caen en el silencio (no sale nada del grifo, por muchas vueltas que le den), y finalemente desaparecen. Tengo una habitación con dos puertas. Una de entrada, otra de salida. Las dos no son compatibles. No se puede salir por la entrada, ni entrar por la salida. Esas son las reglas. La gente entra por la entrada, y sale por la salida. Hay muchas formas de entrar y muchas formas de salir. Pero lo que no cambia es que todos acaban saliendo. Unos se fueron en busca de nuevas posibilidades, otros por ahorrar tiempo. Otros murieron. No ha quedado nadie. No hay nadie en la habitación, sólo yo. Tengo siempre muy presente su ausencia. La de quienes se fueron. Las palabras que dijeron, los alientos que exhalaron, las canciones que tararearon, ... Todo lo veo flotando como un polvillo por las esquinas de la habitación.
Probablemente, la imagen que ellos vieron de mí se acercaba bastante a la realidad. Por eso se me aproximaron, y por eso también se fueron. Ellos reconocieron la normalidad que hay en mí, y mis sinceros esfuerzos por conservarla. Me hablaron y me abrieron su corazón. Casi todos se portaron bien conmigo. Pero no había nada que yo pudiera darles, y si algo les di no fue suficiente. Siempre me esforcé por darles todo lo posible. Hice todo lo que pude. Y también buscaba algo en ellos. Pero al final no resultó. Y se fueron.
Es duro, por supuesto.
Pero más duro aún es el hecho de que salieran de la habitación mucho más tristes que cuando entraron. Salían con una parte de sí mismos erosionada. Yo me daba cuenta de ello. Es curioso, pero ellos parecían estar mucho más erosionados que yo. ¿Por qué será? ¿Por qué siempre quedo yo? ¿Y por qué queda siempre en mis manos la sombra de alguien erosionado? ¿Por qué? No lo sé.
Faltan datos.
Por eso nunca obtengo la solución.
Hay algo que falta.
Un día, al volver de una reunión de trabajo, encontré una postal en el buzón. Era una foto de un astronauta caminando por la superficie de la luna. No había remite, pero al primer vistazo supe quién me la enviaba.
``Será mejor que no volvamos a vernos'', había escrito. ``Pronto me casaré con un terrícola.''
Escuché el sonido de la puerta al cerrarse.
Datos insuficientes. No hay solución. Pulse Borrar.
Pantalla en blanco.
Me pregunto cuánto tiempo más van a continuar así las cosas. Tengo ya treinta y cuatro años. ¿Hasta cuándo?
No estaba triste. Al fin y al cabo, estaba claro que yo era el único responsable. Era natural que ella se alejara de mí, y lo sabía desde el principio. Los dos lo sabíamos. Pero perseguíamos un modesto milagro, una oportunidad de cambiar las cosas en lo fundamental. Pero esa oportunidad no se presentó, claro. Y ella salió. Cuando se fue me sentí solo, pero era una soledad que ya había experimentado antes. Sabía que acabaría superándola.
Ya estoy acostumbrado.
Pensar estas cosas me hace sentir mal. Siento surgir en mis entrañas un líquido negro que pugna por subir hasta la garganta. Me pongo delante del espejo del cuarto de baño. Este soy yo. Sí, ése eres tú. También tú estás gastado, mucho más de lo que crees. Me veo la cara más sucia y envejecida que nunca. Me lavo la cara meticulosamente con jabón, y me doy una friegas con la loción. Luego me lavo las manos, y me seco bien con una toalla nueva. Voy a la cocina y ordeno los contenidos del frigorífico mientras bebo una lata de cerveza. Tiro los tomates echados a perder, alineo las cervezas, cambio de sitio las fiambreras, hago la lista de la compra.
Al amanecer estoy solo, y mientras miro distraídamente la luna me pregunto hasta cuándo seguirá esto. Seguramente encontraré a otra mujer dentro de poco. Y nos atraeremos de forma natural, como dos planetas. Y esperaremos inútilmente un milagro, malgastando el tiempo, erosionando nuestros corazones. Hasta que nos separemos.
¿Hasta cuándo?

Tuesday, March 27, 2007

A esta hora en que imagino ya debes estar muerta y que todo vestigio de dulce malicia a escapado de tu rostro para siempre, yo me ocupo de estas letras que ya no podrás leer a no ser como un delicado fantasma a mis espaldas. Aún así, no recibiré el castigo de tu sarcástica boca diciendo, estoy muerta, no me tocas.
Ausencia, sólo eso eres ahora, un vacío que atravezando está la noche, mi noche, mi maldita y exquisita noche sin tu nombre. Ya casi no recuerdo tu rostro, es el comienzo de un juego que me he propuesto no terminar nunca, será puntuación a favor o en contra la mudez telefónica en futuras madrugadas?, eso está por verse, me desvelaré más de una noche contemplando el aparato como si este fuera un insecto amarrado a la sombra, cansado pero aún peligroso. Escribirte en un momento como este es parte de mi desvarío, delirio epistolar, una justa y esquizofrénica venganza por cada carta que no me respondiste. Ya no tendré que salir en días de lluvia al edificio de correos y remitir mi amor y mi miedo desde una ciudad tan poco poética destinandolos al país de tus ojos y tu pelo.
No tengo claro aún como ha sido tu muerte, la hora ni las razones del desceso, fue solo de manera repentina que comencé a olvidar tu rostro, de manera progresiva se me fue borrando todo, por eso también te escribí esta carta, por si en tu cuello aparecieran mis huellas.

Wednesday, March 21, 2007

Psiquiatrices (fragmento) "Color de hormiga"

Me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo, hasta jurar que nunca más, que ya no podía soportarlo. Pero pudo ser peor, así almenos lo dijo el médico al despertar en un hospital de la ciudad una mañana de invierno en pleno verano, juro que es verdad, con una lluvia interminable de reprimendas y besos, no tuyos ciertamente mujer.
El médico me despidio depositando un número de alcohólicos anónimos en el bolsillo de mi camisa y un frasco con ansiolíticos en mis manos. Pobre tipo, no sabía que lo mio no tenia remedio, que la buscaría hasta debajo de las piedras para asestarme el golpe de gracia con el destello de sus ojos y su furia, que no pasaría mucho tiempo, que en cualquier esquina, su presensia romperia el tratamiento que podrían suministrarme alguna o más de ellas.
Antes de salir del hospital pasé por el baño y trague cinco comprimidos de los ansiolíticos, con agua, lamentablemente. Afuera tomé un taxi y le dije al conductor; de prisa, a la piedra feliz, donde se suicidan los amantes, pero el tipo no parecio hacerme caso. Yo tampoco le hice caso a nada ni a nadie y el resto del viaje lo hice en el más completo silencio, tragándome los versos que ya nuevamente le estaba escribiendo mental y sexualmente, mujer. Eran las cuatro de la tarde de un día de enero cuando entraba en mi nueva casa sin ella y de la cual no pensana ni pensaban dejarme salir, al menos por algún tiempo.
Todo un desafío entonces buscarla hasta debajo de las piedras aquí encerrado para terminar de una buena vez con todo esto, que ya venía siendo demasiado. Pero qué esperanza, no sería nunca nesesario levantar ninguna piedra, sino esquivarlas, y no suyas, ya creo haberlo dicho.
Lo primero que hice fue echar a todo el mundo por que las cosas estaban demasiado color de hormiga para soportar a nadie, una de mis más queridas amigas protestó pero le dije que su belleza sólo empeoraba las cosas y eso pareció gustarle, me beso y dijo que volvería mañana. Me tumbé en la cama y debí elegir entre pensar en ella o pensar en el alcohol, cosa que venía siendo lo mismo. Así que la elegí a ella eligiendo el alcohol y las ganas de ponerme una borrachera superaron cualquier sed que haya sentido hasta ese momento. Me volví loco cinco minutos y salí. Una vez en el bar pedi un ..... tu ya sabes mujer, sin vaso. El mozo se acercó asustado y pregunto si comería algo a lo que respondí; claro, otro de los mismos.


Era viernes si mal no recuerdo y la noche con una luna llena de este tamaño anunciaba lo inevitable, la conversión, la metamorfosis emocional de mis huesos.
Ella volvía a estar atrapada en uno de mis más terribles presentimientos, así que cuando estuve en frente del local de apuestas de caballos, no dude ni por un segundo jugarme lo que me quedara. Tomé un programa con las carreras del día y lo abrí como se abre un libro sagrado donde buscamos el nombre, la dirección y el teléfono de Dios. Recordé cada vez que el juego me había dejado si ni uno y con una sed de camello fatigado. Pero eso no fue impedimento para volver a equivocarme, para volver a jugar la carta equivocada (una yegua en este caso, qué ironía) y todo por .... Para que volver a repetirlo. Esperé algunos minutos para poder asumir esta nueva derrota causada por la sombra proyectada por sus negras alas mujer y comprendí a la luz de aquel fracaso que sería ridículo ignorar su influencia y achacar sólo al azar tanta mala suerte. Pero en fin, son las reglas del destino atravezado por su ausencia las que me devolvieron a la calle y al infernal tráfico de automóbiles y sombras. Revisé mis tristes bolsillos con su miserable computo de pesos y apenas si me alcanzaba para dos cervezas y un llamado telefónico. Descolgué el primer aparato que encontré en mi camino y juro que marqué su número pero no fue su voa al otro lado, no fue el remolino de su risa el que barrió con mis palabras, fue algo frío y lejano como un número equivocado. Por eso en la barra de aquél bar las cervezas no alcanzaron a entibiarse cuando ya estaba endeudado y borracho.
Desperté hacia las doce y decidí lavar mi ropa y preparar algo de comer. Afuera Valentina, la hija de una vecina, lloraba por que sus padres discutian. Salí y la invité a pasar, conversamos divertidos mientras yo terminaba de lavar mi ropa echando cada cierto tiempo un ojo a el estofado. Por algunos momentos me sentí feliz y afortunado, no es fácil vivir solo y no llenar la casa de fantasmas. Fue un sabado exquisito y soleado, almorzamos juntos en el patio con un fondo de ropa colgada, una suave brisa mecía la copa de los arboles, una nube en forma de perro, según Valentina, atravezaba el cielo hacia la cordillera. Valentina se preocupaba particularmente de mi vida sentimental y la de su madre. Mientras lavabamos los platos insistió con su tema favorito:

-Pero todavía no entiendo por que vives solo.
-Es una larga historia, respondí pensando en un personaje literario.
-Pero cuentame.
-Digamos que soy un perro con malas pulgas.
-Entonces es muy fácil, dijo la niña.
-Ah, si?.
-Claro, te sacamos las pulgas y listo.
-Mmm, y me ponen un collar.
-Y te sacamos de paseo, y ambos reimos de buena gana.

En la radio sonaba la canción de moda del verano y ambos la sabiamos, yo me sorprendía cantando algo que nunca intenté aprender pero que sin embargo sabia al pié de la letra, cuantas cosas pensé, me habrían sido trasmitidas de la misma manera y casi me asuste.
El día terminó bien, pasaron a buscar a Valentina y yo quedé nuevamente solo, solo pero tranquilo, en un estado emocional que me dieron ganas de derramar algunas lagrimas, no muchas, no un torrente pero si dos o tres las cuales pudiera borrar con el revés de mi mano.
Fue tarde cuando me di cuenta que ella ya no estaba, y como ya dije; me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo.