Psiquiatrices (fragmento) "Color de hormiga"
Me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo, hasta jurar que nunca más, que ya no podía soportarlo. Pero pudo ser peor, así almenos lo dijo el médico al despertar en un hospital de la ciudad una mañana de invierno en pleno verano, juro que es verdad, con una lluvia interminable de reprimendas y besos, no tuyos ciertamente mujer.
El médico me despidio depositando un número de alcohólicos anónimos en el bolsillo de mi camisa y un frasco con ansiolíticos en mis manos. Pobre tipo, no sabía que lo mio no tenia remedio, que la buscaría hasta debajo de las piedras para asestarme el golpe de gracia con el destello de sus ojos y su furia, que no pasaría mucho tiempo, que en cualquier esquina, su presensia romperia el tratamiento que podrían suministrarme alguna o más de ellas.
Antes de salir del hospital pasé por el baño y trague cinco comprimidos de los ansiolíticos, con agua, lamentablemente. Afuera tomé un taxi y le dije al conductor; de prisa, a la piedra feliz, donde se suicidan los amantes, pero el tipo no parecio hacerme caso. Yo tampoco le hice caso a nada ni a nadie y el resto del viaje lo hice en el más completo silencio, tragándome los versos que ya nuevamente le estaba escribiendo mental y sexualmente, mujer. Eran las cuatro de la tarde de un día de enero cuando entraba en mi nueva casa sin ella y de la cual no pensana ni pensaban dejarme salir, al menos por algún tiempo.
Todo un desafío entonces buscarla hasta debajo de las piedras aquí encerrado para terminar de una buena vez con todo esto, que ya venía siendo demasiado. Pero qué esperanza, no sería nunca nesesario levantar ninguna piedra, sino esquivarlas, y no suyas, ya creo haberlo dicho.
Lo primero que hice fue echar a todo el mundo por que las cosas estaban demasiado color de hormiga para soportar a nadie, una de mis más queridas amigas protestó pero le dije que su belleza sólo empeoraba las cosas y eso pareció gustarle, me beso y dijo que volvería mañana. Me tumbé en la cama y debí elegir entre pensar en ella o pensar en el alcohol, cosa que venía siendo lo mismo. Así que la elegí a ella eligiendo el alcohol y las ganas de ponerme una borrachera superaron cualquier sed que haya sentido hasta ese momento. Me volví loco cinco minutos y salí. Una vez en el bar pedi un ..... tu ya sabes mujer, sin vaso. El mozo se acercó asustado y pregunto si comería algo a lo que respondí; claro, otro de los mismos.
Era viernes si mal no recuerdo y la noche con una luna llena de este tamaño anunciaba lo inevitable, la conversión, la metamorfosis emocional de mis huesos.
Ella volvía a estar atrapada en uno de mis más terribles presentimientos, así que cuando estuve en frente del local de apuestas de caballos, no dude ni por un segundo jugarme lo que me quedara. Tomé un programa con las carreras del día y lo abrí como se abre un libro sagrado donde buscamos el nombre, la dirección y el teléfono de Dios. Recordé cada vez que el juego me había dejado si ni uno y con una sed de camello fatigado. Pero eso no fue impedimento para volver a equivocarme, para volver a jugar la carta equivocada (una yegua en este caso, qué ironía) y todo por .... Para que volver a repetirlo. Esperé algunos minutos para poder asumir esta nueva derrota causada por la sombra proyectada por sus negras alas mujer y comprendí a la luz de aquel fracaso que sería ridículo ignorar su influencia y achacar sólo al azar tanta mala suerte. Pero en fin, son las reglas del destino atravezado por su ausencia las que me devolvieron a la calle y al infernal tráfico de automóbiles y sombras. Revisé mis tristes bolsillos con su miserable computo de pesos y apenas si me alcanzaba para dos cervezas y un llamado telefónico. Descolgué el primer aparato que encontré en mi camino y juro que marqué su número pero no fue su voa al otro lado, no fue el remolino de su risa el que barrió con mis palabras, fue algo frío y lejano como un número equivocado. Por eso en la barra de aquél bar las cervezas no alcanzaron a entibiarse cuando ya estaba endeudado y borracho.
Desperté hacia las doce y decidí lavar mi ropa y preparar algo de comer. Afuera Valentina, la hija de una vecina, lloraba por que sus padres discutian. Salí y la invité a pasar, conversamos divertidos mientras yo terminaba de lavar mi ropa echando cada cierto tiempo un ojo a el estofado. Por algunos momentos me sentí feliz y afortunado, no es fácil vivir solo y no llenar la casa de fantasmas. Fue un sabado exquisito y soleado, almorzamos juntos en el patio con un fondo de ropa colgada, una suave brisa mecía la copa de los arboles, una nube en forma de perro, según Valentina, atravezaba el cielo hacia la cordillera. Valentina se preocupaba particularmente de mi vida sentimental y la de su madre. Mientras lavabamos los platos insistió con su tema favorito:
-Pero todavía no entiendo por que vives solo.
-Es una larga historia, respondí pensando en un personaje literario.
-Pero cuentame.
-Digamos que soy un perro con malas pulgas.
-Entonces es muy fácil, dijo la niña.
-Ah, si?.
-Claro, te sacamos las pulgas y listo.
-Mmm, y me ponen un collar.
-Y te sacamos de paseo, y ambos reimos de buena gana.
En la radio sonaba la canción de moda del verano y ambos la sabiamos, yo me sorprendía cantando algo que nunca intenté aprender pero que sin embargo sabia al pié de la letra, cuantas cosas pensé, me habrían sido trasmitidas de la misma manera y casi me asuste.
El día terminó bien, pasaron a buscar a Valentina y yo quedé nuevamente solo, solo pero tranquilo, en un estado emocional que me dieron ganas de derramar algunas lagrimas, no muchas, no un torrente pero si dos o tres las cuales pudiera borrar con el revés de mi mano.
Fue tarde cuando me di cuenta que ella ya no estaba, y como ya dije; me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo.
El médico me despidio depositando un número de alcohólicos anónimos en el bolsillo de mi camisa y un frasco con ansiolíticos en mis manos. Pobre tipo, no sabía que lo mio no tenia remedio, que la buscaría hasta debajo de las piedras para asestarme el golpe de gracia con el destello de sus ojos y su furia, que no pasaría mucho tiempo, que en cualquier esquina, su presensia romperia el tratamiento que podrían suministrarme alguna o más de ellas.
Antes de salir del hospital pasé por el baño y trague cinco comprimidos de los ansiolíticos, con agua, lamentablemente. Afuera tomé un taxi y le dije al conductor; de prisa, a la piedra feliz, donde se suicidan los amantes, pero el tipo no parecio hacerme caso. Yo tampoco le hice caso a nada ni a nadie y el resto del viaje lo hice en el más completo silencio, tragándome los versos que ya nuevamente le estaba escribiendo mental y sexualmente, mujer. Eran las cuatro de la tarde de un día de enero cuando entraba en mi nueva casa sin ella y de la cual no pensana ni pensaban dejarme salir, al menos por algún tiempo.
Todo un desafío entonces buscarla hasta debajo de las piedras aquí encerrado para terminar de una buena vez con todo esto, que ya venía siendo demasiado. Pero qué esperanza, no sería nunca nesesario levantar ninguna piedra, sino esquivarlas, y no suyas, ya creo haberlo dicho.
Lo primero que hice fue echar a todo el mundo por que las cosas estaban demasiado color de hormiga para soportar a nadie, una de mis más queridas amigas protestó pero le dije que su belleza sólo empeoraba las cosas y eso pareció gustarle, me beso y dijo que volvería mañana. Me tumbé en la cama y debí elegir entre pensar en ella o pensar en el alcohol, cosa que venía siendo lo mismo. Así que la elegí a ella eligiendo el alcohol y las ganas de ponerme una borrachera superaron cualquier sed que haya sentido hasta ese momento. Me volví loco cinco minutos y salí. Una vez en el bar pedi un ..... tu ya sabes mujer, sin vaso. El mozo se acercó asustado y pregunto si comería algo a lo que respondí; claro, otro de los mismos.
Era viernes si mal no recuerdo y la noche con una luna llena de este tamaño anunciaba lo inevitable, la conversión, la metamorfosis emocional de mis huesos.
Ella volvía a estar atrapada en uno de mis más terribles presentimientos, así que cuando estuve en frente del local de apuestas de caballos, no dude ni por un segundo jugarme lo que me quedara. Tomé un programa con las carreras del día y lo abrí como se abre un libro sagrado donde buscamos el nombre, la dirección y el teléfono de Dios. Recordé cada vez que el juego me había dejado si ni uno y con una sed de camello fatigado. Pero eso no fue impedimento para volver a equivocarme, para volver a jugar la carta equivocada (una yegua en este caso, qué ironía) y todo por .... Para que volver a repetirlo. Esperé algunos minutos para poder asumir esta nueva derrota causada por la sombra proyectada por sus negras alas mujer y comprendí a la luz de aquel fracaso que sería ridículo ignorar su influencia y achacar sólo al azar tanta mala suerte. Pero en fin, son las reglas del destino atravezado por su ausencia las que me devolvieron a la calle y al infernal tráfico de automóbiles y sombras. Revisé mis tristes bolsillos con su miserable computo de pesos y apenas si me alcanzaba para dos cervezas y un llamado telefónico. Descolgué el primer aparato que encontré en mi camino y juro que marqué su número pero no fue su voa al otro lado, no fue el remolino de su risa el que barrió con mis palabras, fue algo frío y lejano como un número equivocado. Por eso en la barra de aquél bar las cervezas no alcanzaron a entibiarse cuando ya estaba endeudado y borracho.
Desperté hacia las doce y decidí lavar mi ropa y preparar algo de comer. Afuera Valentina, la hija de una vecina, lloraba por que sus padres discutian. Salí y la invité a pasar, conversamos divertidos mientras yo terminaba de lavar mi ropa echando cada cierto tiempo un ojo a el estofado. Por algunos momentos me sentí feliz y afortunado, no es fácil vivir solo y no llenar la casa de fantasmas. Fue un sabado exquisito y soleado, almorzamos juntos en el patio con un fondo de ropa colgada, una suave brisa mecía la copa de los arboles, una nube en forma de perro, según Valentina, atravezaba el cielo hacia la cordillera. Valentina se preocupaba particularmente de mi vida sentimental y la de su madre. Mientras lavabamos los platos insistió con su tema favorito:
-Pero todavía no entiendo por que vives solo.
-Es una larga historia, respondí pensando en un personaje literario.
-Pero cuentame.
-Digamos que soy un perro con malas pulgas.
-Entonces es muy fácil, dijo la niña.
-Ah, si?.
-Claro, te sacamos las pulgas y listo.
-Mmm, y me ponen un collar.
-Y te sacamos de paseo, y ambos reimos de buena gana.
En la radio sonaba la canción de moda del verano y ambos la sabiamos, yo me sorprendía cantando algo que nunca intenté aprender pero que sin embargo sabia al pié de la letra, cuantas cosas pensé, me habrían sido trasmitidas de la misma manera y casi me asuste.
El día terminó bien, pasaron a buscar a Valentina y yo quedé nuevamente solo, solo pero tranquilo, en un estado emocional que me dieron ganas de derramar algunas lagrimas, no muchas, no un torrente pero si dos o tres las cuales pudiera borrar con el revés de mi mano.
Fue tarde cuando me di cuenta que ella ya no estaba, y como ya dije; me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo.
7 Comments:
No pude evitar venir a mirar a quien deja letras tan inspiradas en el Baúl de Petra. Vengo a mirar, a leer y me gusta lo que leo.
Volveré por más.
Te dejo un beso.
VECINO
Entonces camino descalza por tu jardin delantero, voy pisando vidrios y sangrando para poder tambien sentir tu dolor.
Ya no me quedan mas ventanas....agarro una roca perdida en el medio del jardin y me dirijo hacia tu puerta. Esta abierta. Me parece extrano
Abro la puerta, no hay luz, los muebles estan cubiertos por una sabana blanca. Como si nadie hubiera vivido ahi por anios. Huele a humedad..la madera cruje bajo mis pies. Cierro la puerta silenciosamente, y me resbalo por la sangre que todavia sale a borbotones de mis pies descalzos.
No se si lanzar la roca contra el espejo de tu living para sacarme la rabia de encima... o seguir con mi objetivo, encontrarte dormido de una vez.
Miro para arriba, una enorme lampara- arana parece estar mirandome y juzgandome. Por primera vez en meses siento miedo..
Llevo mi piedra en el pecho y empiezo a subir las escaleras caracol que me conducira al primer piso, a donde seguramente estara tu dormitorio
Presiono el pie contra la madera humeda, y apreto con fuerza porque se que alli pisas vos todos los dias, de esa forma sera como tocarte como primera vez...
Llego al primer piso y me dirijo despacio al primer cuarto a mano derecha...El cuarto esta a oscuras. La cama esta destendida. Me siento en ella. Todavia esta caliente. Donde estas? estaras deambulando por la casa a oscuras como haces siempre? escribiendo quizas? DONDE??? Apoyo mi cabeza en tu almohada y puedo hasta sentir tu aroma...pero la almohada esta mojada...
Tomo la almohada con las dos manos, y la hundo en mi cara y la huelo...esta humeda y huele a sangre...el corazon me late con violencia. Te abre finalmente golpeado? Te abre matado?
artista desquiciado, remanso de penas, olvidos y penumbra...dime...donde esta tu magia?
Apreto la almohada contra mi pecho y hundo mi cara en ella..y me pongo a sollozar con violencia, gritando a los cuatro vientos
DONDE ESTAS? PORQUE ME HAS DEJADO? DONDE ESTAS?
Y mira, yo que vengo a decirle a Diego que volveré porque eso es lo que hago cuando me siento bien en alguna parte y que espero que ocurra lo mismo con él en mi casa. Y me encuentro con esto¡¡¡ Petra, pero que líneas querida, que belleza amiga. Siento que el vecino es realmente inspirador, ¿cómo no volver?.
Besos a ambos, Petra me voy con casi lágrimas en los ojos.
Diego un beso y vuelve cuando quieras porque en mi casa siempre hay algo para ver y compartir con los de buenas letras como tú.
Me acuesto en la cama y lloro...tengo la piedra en la mano. la apreto tan fuerte, que me sangran los nudillos..es que no se donde estas.
donde estas?
Me saco los zapatos, me recuesto en tu cama aun caliente...me estremece pensar que ahi estabas vos...pero ahora es un charco de sangre, un nudo de pena y de olvido..
Recuerdo nuevamente que quizas te he pegado, quizas un hombre de uniforme me muestre se presente en mi casa, una placa y me diga que has desaparecido o que estas muerto, y que la roca coincide con las de mi jardin halaladas en ...como las peliculas, qu ehace tanto que no veo proque solo te miro...con tanto recelo..
me acuesto...miro el techo desnudo y oscuro..y empiezo a extranar esa sensacion de tener un objetivo en la vida, de tener algo que llene mi vacion permanente, el hecho de ser una solitaria y desgraciada mujer, al lado de un hombre que ya no amo...tu eres mi objetivo. Tu indiferencia y tu magia se han convertido en el todo que llena mi nada.
Cierro los ojos asi puedo aguidazar mi olfato. Es olor a javon de hiervas y a naftalina. como si usaras ropa que queda demasiado tiempo en tu cajon. y si siempre es igual...solo negra...y queda aun mas negra porque contrasta con tu piel amarillenta.
Trago mi propia sequedad, y sabe a miedo...tengo miedo, no de haberte matado, la carcel seria otro objetivo de vida, sino estas...tengo miedo a no tenerte y quedarme sin nada, sin razon de vida, sin causalidad...tengo miedo que si no hay objetivo, no haya obsecion y entonces mi miseria finalmente pierda el rumbo.
Cierro los ojos y entonces, pienso en un gran espacio en blanco, viejo truco que me enseno mi abuela para quedarme dormida mas rapido porque siempre, desde los 5 anios que sufro de insonmio. Cierro los ojos y finalmente todo es blanco, y finalmente, con alivio, todo se ve del unico color que puedo relacionarlo contigo... negro.
Mi estimado amigo, ya estos grises comentarios toman un aire a las Cartas de Baudelaire (guardando los kilómetros de proporciones que existen entre aquel y el que suscribe).
Me ha gustado mucho tu lectura, esta vez no es de sangriento dolor, sino mas bien del dolor mas verdadero, del cotidiano.
Mas que sangriento, mi ácido amigo, el presente relato me llevo a recordar que no vivo en el mundo de los sueños sino, en este, en el que hay, en el que me toco, en el que me llego.
Espero en este día tan de otoño, encontrarlo con un mínimo de lucidez, para que la ultima copa sea con un salud, de este, su amigo de aquella temprana oscuridad.
Gracias, por pasar, otra vez, veo que vuelves.Como yo. De alguna manera sincrónica, estuve hace un rato releyendo la última historia. Aún no leo las demás. Pero me parece que inevitablemente tendré que hacerlo.Hay un pulso en tus letras que hace click. Y eso me gusta que pase.
Te dejo un de Siempre también oscura en este día que el otoño viene de escándalo.
Me encantas.
Incluso ebrio, me encantas.
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