Un drogadicto no nesesita presentación ni nada que le haga pensar al oyente o al lector, que todo intento de comunicación no es más que una nesesidad social de justificación. Me da absolutamente lo mismo aquello que se pueda pensar a este respecto, mis intenciones no son claras incluso para mi, pero nada mas lejano que una justificación, así que allá voy, unto mi antena con droga y escribo.

Con mi disfraz ocacional (la verdad ya cotidiano) de funcionario responsable de un sistema que aborresco, bajo a mi cuna recogiendo colillas pa´fumarme tanta espera. La miseria es mas rica en palabras por que tiene mas interrogantes, mas preguntas que el sistema quiere hacer creer que responde, con un nuevo producto, a traves de la prensa, con estadisticas y anestesicas medidas de una urgencia sospechosa. Todo esto es bien extraño y analizarlo aquí, la verdad es que me da una lata tremenda, que respondan los sociologos por su deuda. Yo sólo controlo a conciencia mis letras. Y pensar que suministrando droga podrían sentarse tranquilos a su mesa, que me quedaría atrapado en una oscura y tétrica callejuela de la población ignorante de que sólo buscaban justificar los gastos de su democrática demensia. Ya no quiero cambiar nada, que colaboren los que quieran dandoles trabajo al corrupto, dale el trabajo en bandeja al que reprime, comprale en comodas cuotas la historia de sus héroes. Háganse la guerra, mátense entre ustedes, desperdicia tu astucia, tu inteligencia, creyendo que le robas un pedazo de la torta, utilizarán hasta tu forma de hablar para estamparlas en poleras, y seras famosamente tonto y manejable haciendote volcar tu rabia e impotencia en contra de tu gente, te enviarán al psicólogo, por ellos mismos adiestrado, y terminarás culpando a tus padres por que cuando niño te aforraron mas de alguna vez unos coscachos y una que otra patá en la raja que por lo demas seguro bien merecida. Vamos!, aprende a consumirla, que te eleve bien alto, mas allá de sus indices y encuestas, y no les compres comprandoles su oferta, riete en sus propias caras por guardar las apariencias.