Tuesday, March 27, 2007

A esta hora en que imagino ya debes estar muerta y que todo vestigio de dulce malicia a escapado de tu rostro para siempre, yo me ocupo de estas letras que ya no podrás leer a no ser como un delicado fantasma a mis espaldas. Aún así, no recibiré el castigo de tu sarcástica boca diciendo, estoy muerta, no me tocas.
Ausencia, sólo eso eres ahora, un vacío que atravezando está la noche, mi noche, mi maldita y exquisita noche sin tu nombre. Ya casi no recuerdo tu rostro, es el comienzo de un juego que me he propuesto no terminar nunca, será puntuación a favor o en contra la mudez telefónica en futuras madrugadas?, eso está por verse, me desvelaré más de una noche contemplando el aparato como si este fuera un insecto amarrado a la sombra, cansado pero aún peligroso. Escribirte en un momento como este es parte de mi desvarío, delirio epistolar, una justa y esquizofrénica venganza por cada carta que no me respondiste. Ya no tendré que salir en días de lluvia al edificio de correos y remitir mi amor y mi miedo desde una ciudad tan poco poética destinandolos al país de tus ojos y tu pelo.
No tengo claro aún como ha sido tu muerte, la hora ni las razones del desceso, fue solo de manera repentina que comencé a olvidar tu rostro, de manera progresiva se me fue borrando todo, por eso también te escribí esta carta, por si en tu cuello aparecieran mis huellas.

Wednesday, March 21, 2007

Psiquiatrices (fragmento) "Color de hormiga"

Me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo, hasta jurar que nunca más, que ya no podía soportarlo. Pero pudo ser peor, así almenos lo dijo el médico al despertar en un hospital de la ciudad una mañana de invierno en pleno verano, juro que es verdad, con una lluvia interminable de reprimendas y besos, no tuyos ciertamente mujer.
El médico me despidio depositando un número de alcohólicos anónimos en el bolsillo de mi camisa y un frasco con ansiolíticos en mis manos. Pobre tipo, no sabía que lo mio no tenia remedio, que la buscaría hasta debajo de las piedras para asestarme el golpe de gracia con el destello de sus ojos y su furia, que no pasaría mucho tiempo, que en cualquier esquina, su presensia romperia el tratamiento que podrían suministrarme alguna o más de ellas.
Antes de salir del hospital pasé por el baño y trague cinco comprimidos de los ansiolíticos, con agua, lamentablemente. Afuera tomé un taxi y le dije al conductor; de prisa, a la piedra feliz, donde se suicidan los amantes, pero el tipo no parecio hacerme caso. Yo tampoco le hice caso a nada ni a nadie y el resto del viaje lo hice en el más completo silencio, tragándome los versos que ya nuevamente le estaba escribiendo mental y sexualmente, mujer. Eran las cuatro de la tarde de un día de enero cuando entraba en mi nueva casa sin ella y de la cual no pensana ni pensaban dejarme salir, al menos por algún tiempo.
Todo un desafío entonces buscarla hasta debajo de las piedras aquí encerrado para terminar de una buena vez con todo esto, que ya venía siendo demasiado. Pero qué esperanza, no sería nunca nesesario levantar ninguna piedra, sino esquivarlas, y no suyas, ya creo haberlo dicho.
Lo primero que hice fue echar a todo el mundo por que las cosas estaban demasiado color de hormiga para soportar a nadie, una de mis más queridas amigas protestó pero le dije que su belleza sólo empeoraba las cosas y eso pareció gustarle, me beso y dijo que volvería mañana. Me tumbé en la cama y debí elegir entre pensar en ella o pensar en el alcohol, cosa que venía siendo lo mismo. Así que la elegí a ella eligiendo el alcohol y las ganas de ponerme una borrachera superaron cualquier sed que haya sentido hasta ese momento. Me volví loco cinco minutos y salí. Una vez en el bar pedi un ..... tu ya sabes mujer, sin vaso. El mozo se acercó asustado y pregunto si comería algo a lo que respondí; claro, otro de los mismos.


Era viernes si mal no recuerdo y la noche con una luna llena de este tamaño anunciaba lo inevitable, la conversión, la metamorfosis emocional de mis huesos.
Ella volvía a estar atrapada en uno de mis más terribles presentimientos, así que cuando estuve en frente del local de apuestas de caballos, no dude ni por un segundo jugarme lo que me quedara. Tomé un programa con las carreras del día y lo abrí como se abre un libro sagrado donde buscamos el nombre, la dirección y el teléfono de Dios. Recordé cada vez que el juego me había dejado si ni uno y con una sed de camello fatigado. Pero eso no fue impedimento para volver a equivocarme, para volver a jugar la carta equivocada (una yegua en este caso, qué ironía) y todo por .... Para que volver a repetirlo. Esperé algunos minutos para poder asumir esta nueva derrota causada por la sombra proyectada por sus negras alas mujer y comprendí a la luz de aquel fracaso que sería ridículo ignorar su influencia y achacar sólo al azar tanta mala suerte. Pero en fin, son las reglas del destino atravezado por su ausencia las que me devolvieron a la calle y al infernal tráfico de automóbiles y sombras. Revisé mis tristes bolsillos con su miserable computo de pesos y apenas si me alcanzaba para dos cervezas y un llamado telefónico. Descolgué el primer aparato que encontré en mi camino y juro que marqué su número pero no fue su voa al otro lado, no fue el remolino de su risa el que barrió con mis palabras, fue algo frío y lejano como un número equivocado. Por eso en la barra de aquél bar las cervezas no alcanzaron a entibiarse cuando ya estaba endeudado y borracho.
Desperté hacia las doce y decidí lavar mi ropa y preparar algo de comer. Afuera Valentina, la hija de una vecina, lloraba por que sus padres discutian. Salí y la invité a pasar, conversamos divertidos mientras yo terminaba de lavar mi ropa echando cada cierto tiempo un ojo a el estofado. Por algunos momentos me sentí feliz y afortunado, no es fácil vivir solo y no llenar la casa de fantasmas. Fue un sabado exquisito y soleado, almorzamos juntos en el patio con un fondo de ropa colgada, una suave brisa mecía la copa de los arboles, una nube en forma de perro, según Valentina, atravezaba el cielo hacia la cordillera. Valentina se preocupaba particularmente de mi vida sentimental y la de su madre. Mientras lavabamos los platos insistió con su tema favorito:

-Pero todavía no entiendo por que vives solo.
-Es una larga historia, respondí pensando en un personaje literario.
-Pero cuentame.
-Digamos que soy un perro con malas pulgas.
-Entonces es muy fácil, dijo la niña.
-Ah, si?.
-Claro, te sacamos las pulgas y listo.
-Mmm, y me ponen un collar.
-Y te sacamos de paseo, y ambos reimos de buena gana.

En la radio sonaba la canción de moda del verano y ambos la sabiamos, yo me sorprendía cantando algo que nunca intenté aprender pero que sin embargo sabia al pié de la letra, cuantas cosas pensé, me habrían sido trasmitidas de la misma manera y casi me asuste.
El día terminó bien, pasaron a buscar a Valentina y yo quedé nuevamente solo, solo pero tranquilo, en un estado emocional que me dieron ganas de derramar algunas lagrimas, no muchas, no un torrente pero si dos o tres las cuales pudiera borrar con el revés de mi mano.
Fue tarde cuando me di cuenta que ella ya no estaba, y como ya dije; me embriagué hasta el vacío, hasta casi perderme en el recuerdo de sus ojos y su pelo.

Tuesday, March 13, 2007

C.J.P.M Alejandra

No es más que un bocadillo tu fugaz tristeza de animal alado a mi hambre enferma,
quiero tu asco humano sintiendo el filo de mi pluma maldita, condenada,
devorar la risa de tus propios labios saceando así la nocturna sed reclamada por mi casta.
No busques en mi boca mi odio vampiro sentenciado a lo eterno en las palabras,
prefiero tu inocencia descubriendo mi desprecio para abrirme el apetito.
No descansaré hasta volver a ver sangrar tus heridas,
llegará así a mi lengua una sed más antigua y pediré, exigiré más bien,
tus efluvios, tus llantos.
Soy el hijo del que no tuvo padre y buscando estoy el vientre donde vaciar mi destino de animal sin marcas.
Estoy aqui para mi cena, desenderé en cada sueño que duermas atormentando a quien de mentira ames,
soy lo que soy, la palabra en la nada perpetuando el vacio.
Deja a un lado tus ojos y sabras lo que te espera,
no es sólo el tiempo violando tu carne, es tu vanidad de yegua fina devaluada
en los mercados del espejo lo que exita la venganza de mi lengua.